sábado, 21 de febrero de 2009

Higuereños por el Mundo

RECUERDOS DE INFANCIA Y JUVENTUD


Quien escribe estas líneas es Laureano Cordero Alvarado. Nací en el año 1925. Que yo sepa, hay vivos tres hijos del pueblo mayores que yo, que son: Hermenegildo Vadillo, Pablo Casero y Antolín Lozano; hijas del pueblo hay más, que son: Juana Alvarado, Atanasia Amor, Laureana Vadillo, Sotera Soleto, Javiera Morales, Feliciana Calzas, Kika Alvarado, Julia Cordero, Encarna Vadillo, Petra Vadillo, María Vadillo, Filomena Naranjo y Marciana Casero. Recuerdo y lo tengo presente cuando un pan valía 2 reales, una arroba de matanza gorda 18 pesetas y la fanega de trigo 18 pesetas; el gobierno tenía puesto el precio a 20 pesetas, pero como había mucha oferta, tenían que llevarla a la fábrica de harina: te la pagaban a 18 y te hacían firmar como que cobrabas 20 pts.
De esos primeros años de mi vida lo que más presente tengo es el año 1936. Cuando estalló la guerra yo tenía 10 años. Fueron años duros, la gente pasó muchas necesidades y disgustos. Recuerdo que en casa de mis abuelos paternos, donde yo pasaba mucho tiempo, pues era el nieto mayor, pasaron una nota con la obligación de llevar una cantidad de 2000 pts. al cuartel. Aunque ahora parece poca cosa, entonces era mucho dinero, pues en el año
1938 fuimos a la feria de Santiago a Casatejada, mi tío Juan y yo, con 5 vacas gordas y se vendieron a 450 pesetas cada una.
En el 1936 no había radio y muy poca información, la gente estaba con mucho miedo. Recuerdo una noche en los primeros días de la guerra, que el boticario con otros 3 hombres del pueblo fueron a Navalmoral de la Mata a recoger información y a la vuelta, al paso por Almaraz, como la carretera cruzaba por la plaza, la gente de Almaraz revuelta rodeó el coche; nuestros paisanos se asustaron y dispararon un tiro e hirieron a una joven de Almaraz; entonces los de Almaraz les dijeron que iban a venir a prender fuego al pueblo. Aquella noche, toda la gente del pueblo estaba armada y esperando. El miedo era grande: los hombres en el legido y mi madre, mis hermanos y yo nos quedamos en casa de tío Felipe Jiménez, que éramos vecinos. En mitad de la noche, a un hombre que se llamaba Antonio Cordero se le disparó la escopeta. El personal al oír el disparo creyó que ya estaban allí los de Almaraz. Cada uno reaccionó de su manera. Cuentan que un paisano incluso se echó un jamón al hombro y empezó a correr canchal abajo. Afortunadamente quedó en una anécdota.
También tengo muy presentes aquellas noches célebres de mi juventud que pasábamos jugando al julepe, que entonces valía 2 pesetas, en casa de Agustín Jiménez o en casa de tía Genara, así que la tradición de jugar a las cartas en el pueblo viene de antiguo. Nos gustaba mucho. La vida era entonces diferente, y los padres en vez de dejarnos más tiempo en la cama, nos llamaban aún más temprano, pero todos éramos felices y no comíamos perdices. Hubo noches para todo. Alguna anécdota que me viene a la cabeza, por ejemplo cuando una noche, mientras jugábamos, fue Emilia Morales a buscar a su hermano Marcelo “Catorce” para decirle que alguien les estaba robando la matanza. Fuimos para allá los jóvenes y otros no tan jóvenes que bebían y siempre prolongaban la fiesta. Cada uno decía una cosa; entre risas y miedo tiramos la puerta abajo de una casilla donde estaba el cochino, y allí estaba, con una navaja en la mano, un tal Maxi Mateos de Romangordo, que había venido al pueblo esa noche, se había emborrachado y le había dado por ir a casa de “
Catorce” porque eran algo parientes.
Por supuesto tengo muchos recuerdos de las fiestas de San Sebastián, el patrón del pueblo. Siempre hubo mucha fe en él. Antiguamente había una imagen de madera muy pequeña de mucho valor que desapareció. Seguro que la vendieron. Luego compraron la imagen de escayola. Recuerdo que siendo yo muy pequeño se tenía costumbre de tirar salvas con escopeta los novios a las novias cuando se iba a misa el día de las fiestas. Aquello era muy peligroso. Luego, al empezar la guerra se perdió esa costumbre. Durante los años 20 y principios del 30, traían a tocar el tamboril y la flauta a un hombre que tocaba muy bien y se llamaba tío Zoilo, que era del Piornal. Llegaba gente de todos los pueblos de alrededor, sobre todo de Deleitosa, que si
empre hubo mucho contacto. Todos bailaban la jota al son del tamboril en la plaza. Recuerdo a los matrimonios, entre ellos mis padres, bailar la jota muy bien. En aquella época era el único baile que tenían. Una vez oí decir a tío Isaac Amor que un año, por lo que fuera, no habían contratado a tío Zoilo y estando celebrando la víspera, no se comentaba otra cosa, que no había música, y que lo iban a pasar muy aburrido. Entonces un paisano, que se llamaba Facundo, dijo que si le dejaba el caballo tío “Platero” Hidalgo, por la mañana temprano estaba allí el tamborilero. Dicho y hecho, así que emprendió el viaje a Piornal y a la mañana siguiente al ser de día, estaban tocando a diana y aquello fue una alegría total. El tamborilero se quedaba siempre en casa del mayordomo y salían tocando, las mozas pidiendo para los gastos de las fiestas, y todas esas cosas como garbanzos, algunos panes, etc. se subastaban, y para los niños se cocían castañas. También el día de la víspera por la tarde en casa del mayordomo se repartían bollos de pan bendecidos para los hermanos del santo y se bebía mucho vino. Algunos paisanos no se volvían a enfriar en los tres días.
Al terminar la guerra, la fe en el santo era mucha. Se apuntó mucha gente a la hermandad, porque durante la guerra no había muerto ningún hijo del pueblo en el frente. En el mes de agosto del año 1947, estando yo en la mili y enfermo en el hospital, murió mi abuelo Laureano Cordero; en las fiestas de enero del 1948 vine con permiso y me apunté en la hermandad del santo en el mismo lugar de la lista que tenía mi abuelo, que era el primero. Aunque últimamente casi nunca puedo asistir, tengo muy buenos recuerdos de estas fechas. Una vez que estuve en Roma, fuimos a ver las catacumbas y me causó mucha impresión visitar el sepulcro de San Sebastián, que según nos contaron allí era donde estaba enterrado el santo.
Por último, decir que recuerdo a todos los hijos del pueblo y los tengo presentes desde la quinta de 1920, de la que eran mis padres, hasta la de 1950, y sobre todo a los de mi tiempo y cuatro años mayores y cuatro menores. Si alguno de sus descendientes quiere que recordemos alguna anécdota, en cualquier momento estoy a su disposición.


Firmado:


LAUREANO CORDERO ALVARADO







Desde este blog agradecemos a Laureano Cordero Alvarado su sincera colaboración, esperamos que sirva de motivación a otras personas para que nos cuenten sus recuerdos y vivencias, o lo que deseen que los demás conozcamos para que no quede en el olvido, y que sirva a las nuevas generaciones para conocer un poquito más a nuestro pueblo y su gente con sus costumbres, anécdotas, pasajes y forma de vida pasada.



unamasuno

5 comentarios:

  1. Grcias, Tío Lauriano.Haber si alguien más se anima.

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  2. Me ha gustado mucho leer tus anécdotas Laureano,y me agradaria que se animaran mas personas del pueblo a contar esas interesantisimas vivencias.
    Marisa.

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  3. Tambien a mi me ha gustado mucho lo que nos cuenta Laureano, seguro que habrá más personas que nos contaran más cosas.
    Enhorbuena Laureano.

    tarsicio

    y sigue contándonos esas historias que habeis vivido en otra época tan diferente a esta nuestra.

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  4. quiero dar las gracias a tio lauriano , por
    hacerme tan feliz recordando cosas tan
    interesantes que aunque no las he vivido
    me siento muy orgullosa de todas ellas ya que forman parte de nuestro pasado.

    felicidad amor

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  5. Felicidades a Lauriano por esa gran memoria que parece conservar intacta.
    En alguna ocasión he podido disfrutar de estos relatos directamente frente a una lumbre y comiendo calvotes junto a sus hijas y nietos. No hace mucho de eso. Recuerdos que, sin duda, conservará mi memoria.
    Un placer siempre escucharle Lauriano.

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Gracias por tu colaboración.

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